¿Adiós a la grasa?

La alimentación de los esquimales está compuesta hasta en 75 por ciento de grasa animal y sin embargo su índice de grasa corporal está por debajo del promedio. Entre ellos, además, son casi inexistentes las enfermedades cardiovasculares, los infartos e incluso las caries. ¿Será que el problema no es la grasa?

Productos light, bajos en grasas, libres de grasa… ¿Quién no se fija en esas etiquetas a la hora de ir a hacer la compra? Saturadas, poliinsaturadas, monosaturadas, grasas trans, ácidos grasos… ¿Sabemos realmente lo que significan o sencillamente vemos la palabra grasa y salimos huyendo?

Con respecto a la grasa existen muchos prejuicios. Casi que se ha convertido en el monstruo del siglo XXI. Una especie de moda que ha hecho que solo escuchar la palabra nos produzca rechazo y sin embargo los lípidos (las grasas), son uno de los tres macronutrientes absolutamente imprescindibles para la vida. De hecho, nuestro cuerpo está compuesto en 15 por ciento de grasa y esta es, después del agua y la proteína, el tercer gran componente de nuestra anatomía. Definitivamente el problema no es la grasa, sino el tipo de grasa.

¿Qué sucedería si la grasa no formara parte de nuestra alimentación?

Según la nutricionista Ana María Ángel, vicepresidenta del Colegio Colombiano de Nutricionistas Dietistas – COLNUD, son múltiples las funciones que la grasa tiene en nuestro organismo. Algunas de las más relevantes, sostiene la experta, son:

  • El aporte de calorías para las funciones generales (metabolismo, actividad física, etc).
  • La participación en la sintetización de las vitaminas liposolubles (vitaminas A, D, E y K), por lo que la deficiencia en el consumo de grasas incide en que estas vitaminas no se aprovechen.
  • Ayuda a regular el funcionamiento de las hormonas.

Además, un déficit de grasa en la alimentación disminuiría notablemente nuestro nivel de energía, pues la ingesta de grasa es una de las grandes fuentes para la producción diaria de energía y sirve también como reserva de esta.

Ahora bien, un efecto colateral es que la grasa hace los alimentos más sabrosos y apetecibles. Esta es la razón por la que se añade a todos los alimentos procesados y el motivo, también, de que la industria alimentaria se haya valido de unos tipos de grasas que por su consumo excesivo son nocivos para nuestra salud y vienen acarreando las tan nombradas ‘epidemias’ de nuestro tiempo: obesidad, colesterol alto, entre otras.

¿Cuáles son las grasas buenas y cuáles las malas?

Es claro, según múltiples estudios de salud, que las grasas buenas son las monoinsaturadas y las poliinsaturadas, entre ellas están los famosos omega-3 y omega-6. Con respecto a las malas, también hay consenso: las grasas trans, esas que encontramos masivamente en los alimentos refinados y procesados.

Las grasas saturadas son aterorescleróticas por la naturaleza de las cadenas=son malas

¿Es mala la grasa de la carne de res?

El otro aspecto que tenemos que aprender a distinguir es que existen dos tipos de grasas: la periférica, que está debajo de la piel, y la intramuscular, el marmoleo, que es la que se derrite cuando asamos la carne y le da sabor. La primera es la que definitivamente es menos deseable en exceso, pero es también la que más fácilmente podemos quitar de nuestra porción de carne.

En últimas, lo que debemos tener claro es que si queremos llevar una vida saludable la ingesta de grasa diaria debe ser menos de 30 por ciento de las calorías que consumimos. Si superamos estos niveles las grasas se almacenarán directamente en el tejido adiposo y contribuirán, además, a esos tan indeseados kilos de más.

Según la recomendación anterior, para una dieta de 2000 calorías, máximo 600 calorias  (unos 70 gramos) deberían provenir de la grasa. Esto quiere decir que se puede consumir carne de res sin miedo a que la grasa que contiene vaya a generar afectaciones a nuestra salud, pues un corte promedio de 100 gramos de carne de res, escasamente contiene unos 25 gramos de grasa. Lo que equivale a una tercera parte de la recomendación.

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